29 de agosto de 2011

Cuentos o tele


Cuando un niño escucha un cuento, el bosque y el lobo, caperucita y la abuelita cobran vida en su imaginación. Está literalmente viendo una película, “su” película, realizada con imágenes de creación propia, únicas, originales.

“Mamá, cuéntame un cuento”. “Espera un momento”, contestamos a menudo. Demasiadas cosas que hacer, la cena por preparar... ¿Y si le pongo un vídeo? Al fin y al cabo, es casi lo mismo. ¿Lo mismo?

“Si quieres que tus hijos sean brillantes, cuéntales cuentos de hadas. Si quieres que sean muy brillantes, cuéntales más cuentos de hadas”. Estas palabras no son de los hermanos Grimm, ni de Andersen. Se atribuyen a Einstein.

Pocas cosas hay tan fascinantes como la entrega con la que los niños escuchan los cuentos: la mirada perdida, la boca abierta, silencio absoluto… no pierde detalle. Diríase que entra en otro estado de consciencia, subyugado por una visión. ¿Una visión?

Cuando un niño escucha un cuento, el bosque y el lobo, caperucita y la abuelita cobran vida en su imaginación. Está literalmente viendo una película, “su” película, realizada con imágenes de creación propia, únicas, originales. Y esa capacidad para crear imágenes internas mientras escucha un relato es el sustrato mismo sobre el que se desarrollará su pensamiento simbólico y metafórico, la urdimbre sobre la que se irá tejiendo más adelante la trama del pensamiento racional.

Pero no encontramos el momento de leerle el ansiado cuento -en realidad creemos que no es tan importante- así que le ponemos una película. En ese caso, lo que ocurre en su cabeza es completamente diferente: ya no necesita desplegar su imaginería interna, sino que se limita a recibir pasivamente imágenes hechas por otros, Walt Disney, Warner, qué importa. Lo que sí importa es que son imágenes globalizadas, que van uniformando la imaginación de todos los niños del mundo y sustituyen su fantasía.

Jugar y escuchar cuentos son dos actividades sobre las que se fundamenta el desarrollo de la inteligencia y la creatividad, y ver tele simplemente las sustituye. ¿Significa eso que no deben verla en absoluto? Quizá no sea posible, pero sí lo es dosificarla sabiamente, empezando, en el caso de los pequeños, retrasando en lo posible la primera vez. Lo que no se conoce no se echa en falta. Cuanto más tempranamente se introduce la televisión en la rutina diaria del niño, más interfiere en el desarrollo de capacidades propias a través de su imaginación y del juego.

Algunas pautas razonables son:
  • Retrasar al máximo la primera vez
  • Nunca ponérsela mientras come
  • Nunca ponerla si tiene alguien con quien jugar
  • Cuando empieza el cole, limitarla al fin de semana
  • Limitar el tiempo
  • Escoger muy bien los contenidos
  • No llevarles a ver la película de un cuento infantil hasta haberlo escuchado -o leído- varias veces.
  • Echar mano si es preciso de la alternativa del cuento en CD
De Isabel Fernández del Castillo
Imagen de flickr

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